Historias que comienzan con cervezas en la mano, con miradas que trasmiten y carcias que apasionan.
Confiar en que la locura salga bien y que al menos el alcohol no confunda sensaciones reales.
No forzar nada y dejar que todo fluya y con ello ese beso que confirmaba el camino correcto.
Y permitir que los mofletes se levanten con agujetas.
Hablar con una vaca y robar un beso bajo una cascada.
Domingos de cama con promesas cumplidas bajo el sol.
Y no ser suficiente una única ciudad y repetir normalidad en otra.
Porque las cervezas que juntan piernas es mejor si es a tu lado.
Y corazones que huelen a chocolate sin calcetines y con ilusión.
Árboles que prometieron que se convertiría en algo especial.
Y sobre todo sentir que te conozco de siempre.
Y que con cada palabra que hemos vivido podamos construir una historia.