lunes, 16 de marzo de 2020

#dia3 "El cementerio de la felicidad"

#yoMEQUEDOENCASA
#Dia3

Ésta es la historia de un hombre al que yo definiría como un buscador...
Un buscador es alguien que busca; no necesariamente alguien que encuentre.
Tampoco es alguien que, necesariamente, sabe qué es lo que está buscando. 
Es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda.
Un día, el buscador sintió que debía ir a la ciudad de KAMMIR. Había 
aprendido a hacer caso riguroso de estas sensaciones que venían de un lugar 
desconocido de sí mismo. Así que lo dejó todo y partió.
Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos, divisó, a lo lejos, 
KAMMIR. Un poco antes de llegar al pueblo, le llamó mucho la atención una 
colina a la derecha del sendero. Estaba tapizada de un verde maravilloso y 
había un montón de árboles, pájaros y flores encantadores. La rodeaba por 
completo una especie de pequeña valla de madera lustrada.
Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar.
De pronto, sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de 
desacansar por un momento en aquel lugar.
El buscador traspasó el portal y empezó a cambiar lentamente entre las piedras 
blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles.
Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de aquel 
paraíso multicolor.
Sus ojos eran los de un buscador, y quizá por eso descubrió aquella inscripción 
sobre una de las piedras.
ABDUL TAREG vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días
Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que aquella piedra no era 
simplemente una piedra: era una lápida.
Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en aquel 
lugar.
Mirando su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piiedra de al lado 
también tenía una inscripción. Se accerco a leerla. Decía:
YAMIR KALIB, vivió 5años, 8 meses y 3 semanas.
El buscador se sintió terriblemente conmocionado.
Aquel hermoso lugar era un cementerio, y cada piedra era una tumba.
Una por una, empezó a leer las lápidas
Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del 
muerto.
Pero lo que lo conectó con el espanto fue comprobar que el que más tiempo 
había vivido sobrepasaba apenas los once años...
Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar.
El cuidador del cementerio pasaba por allí y se acercó. Lo miró llorar durante 
un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
- No, por ningún familiar- comentó el buscador-. ¿Que pasa en este pueblo? 
¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué hay tantos niños muertos 
enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta 
gente, que les ha obligado a construir un cementerio de niños?
El anciano sonrió y dijo:
- Puede usted serenarse. No hay tal maldición.Lo que pasa es que aquí 
tenemos una vieja constumbre:
<< Cuando un joven cumple quince años, sus padres le regalan una libreta 
como esta que tengo aquí, para que se la cuelgue al cuello. Es tradición entre 
nosotros que, a partir de ese momento, cada vez que uno disfruta 
intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella:
A la izquierda, que fué lo disfrutado.
A la derecha cuanto tiempo duró el gozo.
Así vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos... Cada 
momento.
Cuando alguien se muere,
es nuestra constumbre
abrir su libreta
y sumar el tiempo de lo disfrutado
para escribirlo sobre su tumba.
PORQUE ESE ES PARA NOSOTROS EL ÚNICO Y VERDADERO TIEMPO 
VIVIDO>>
"El buscador" Jorge Bucay 

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